28 noviembre 2008

JOSÉ LUÍS MANGIERI: “UNA PRIMAVERA DE ROSAS BLINDADAS”


x Omar Dianese

“Déjese de macanas Mangieri”


“En serio Arlt. Créame que es así. Se lo dice un hombre de izquierda.”


Ahí debe andar José Luis. Sentado en una mesa sin tiempo. Tratando de hacerle entender a Roberto Arlt el peronismo. Explicándole porque lo echaron del partido. Lo mira Tuñón, su poeta admirado. Raulito, como le gustaba llamarlo a José Luis. Sonríe Marechal y lo dice todo. En ese bar donde la charla no reconoce comienzo ni final.


Se habrá llevado recuerdos, paradojas y cosas que deben motivar el asombro de todos quienes frecuentan esa tertulia inagotable. En cambio sus libros quedaron anclados en estos lares. Provocando curiosidades en tanta biblioteca. En casas y manos de amigos. Eso, de mano en mano. Como él siempre quiso que vivan. Porque los libros viven en ese peregrinar permanente. Los que alguna vez viajaron en remis durante la noche oscura de la casa de brujas. Los que supieron del ocultamiento en el camuflaje de una valija. Los mismos que hoy danzan su metáfora a plena luz del sol. Aquí dejó algo que amó y para lo cual vivó. El arte, la cultura, el conocimiento grabado en el papel exquisito de una primera edición.


Total, allá no habría de usarlos. No hace falta. Esas palabras viven en él, y se beben en copas que embriagan el espíritu de belleza.


Solía decir que en este país canibalesco los homenajes llegan con la muerte. Nosotros colgamos en esta piecita de buscas su retrato cuando caminaba estas calles. Con sus chistes, su bonhomía, sus ocurrencias y una generosidad que lo hacía lógico. Alcanzable a nuestras posibilidades.


Cuando la charla rumbeaba hacia parajes filosóficos recurría a una frase que le gustaba citar: “dejen el cielo a los ángeles y los gorriones y ocúpense de los problemas de la tierra que los tiene y muchos.”


Lo lamento José Luis. Uno se atreve a darte la espalda en estas cuestiones. Por eso te imagina en un barrio celeste de poema sin fin, rodeado de una eterna primavera de rosas blindadas.


“¿No es cierto Leopoldo?”







Poema



Las rosas se asoman insistentes en el aire azul.

¿Nos están permitidas sin traicionar la memoria?

El recuerdo es poca cosa para tanto pasado,

para tanta vida sobre el abismo.

¿Es este otro vino, otro el amor?

¿O todo es un río solitario que deja a algunos en la orilla

crucificados en la injusticia de la muerte temprana?



Sobre las rosas los soldados de hielo desaparecen

llevados por el río

y nosotros olfateamos la vida

como animales desbarrancados pero vivos.

Auulamos los viejos nombres de la batalla

pero la guerra ha terminado.



Las antiguas banderas solo flamean

en la tormenta de nuestro corazón.



Descansen en paz los compañeros

bajo una tierra sembrada de sal,

sobre la cual comenzamos a pelear contra el olvido



JOSÉ LUIS MANGIERI






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JOSÉ AMORÍN “CAMBIAR LA HISTORIA: UN CAMINO QUE A VECES SE ESTRELLA CONTRA LA PANTALLA DE LA VIDA…O DE LA MUERTE”



x Omar Dianese

Hay que cambiar la historia. El mundo. Porque se debe, porque se puede, porque en esto nos van los sueños. Empecemos por la patria. Un destino épico espera cerca. Aún cuando el día de mañana sea un cuento con final abierto.

Ginebra, minas y facultad de Medicina. ”¡ Petiso liberalete! ¿Querés hacer guita o ser un militante popular?”

El miedo es una yarará que oprime el pecho. La garganta. Cada órgano. Siempre se rescata un brote de aire fresco. ¿Siempre?

“Dale negro, en diciembre me recibo”

Tiempo de amor intenso. Acuarelándose en ojos de mujer. Ardiendo en las llamas de una amistad profunda. Hermandad. Lazos estrechos que apretujan más fuerte que esa serpiente letal.

Maldita sea. El miedo, claro. El espanto de no llegar a la victoria. A esa plaza descamisada bailando de gloria. Empapada de triunfos. Liberada.

Grapa y a luchar. ¡Viva Perón carajo!

“Me recibí negro!”
El arma sella la suerte o la desgracia, no obstante los caminos conducen a esa pantalla que balea la calma con su realismo patético.

Un puñado de hombres y mujeres que se quiere es imbatible. Si no es así pensemos, al menos, que lo es.

Abruma el acecho de la tortura. Mejor caer peleando. Atravesar el límite del daño como el final de una poesía desgarradora.

Se puede perder. Pero se puede vencer abrazado al heroísmo.

Un racimo de humanidades tan diversas y con un solo corazón latiendo por todas ellas. Alimentando las almas de alegrías. Estremeciendo de pesares. El llanto ensangrentado es el reverso de una mirada fraterna.

“¡Tenemos un doctor en la organización!” Una esperanza de vida, aunque a veces los atajos acarrean a la
muerte.

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