24 junio 2009

MANU SALVO: el último organillero en Buenos Aires



x Omar Dianese
Tal vez la ciudad empezó a resultarle extraña. Con tantos cambios, con hábitos y costumbres depositados definitivamente (¿definitivamente?) en el arcón del olvido. Y siguió haciendo lo que supo hacer en esta vida. Buscar y buscar. Entre revoltijos y antigüedades. Siempre con el propósito de verse reflejado en la sonrisa de los otros. Yugándola bajo el sol o la llovizna por un rato de alegría que le dé fuerzas para seguir. Siempre la dicha de la gente. Grandes y chicos. Esa fue su obsesión en este mundo.

Seguramente habrá encontrado en la eternidad algún barrio acorde a la ternura. Ahí andará. Como transitó estas calles. Desde Caminito a Plaza Dorrego. En Lavalle o Plaza Francia. Con su música brotando de su amado instrumento. Uno los imagina en un paseo despojado de cansancio. Regalando tarjetitas con versos de colores. Emergiendo entre el asombro. Contando historias de un lugar habitado de poetas entrañables. Una Buenos Aires lejana en el tiempo y la distancia.

Modelado en la simpleza, en la profundidad de las palabras que reposan en el alma. Con su mirada que envuelve primaveras. Con su clásico rancho en la cabeza.

Entonces uno se acuerda de Carriego. Y despierta el recuerdo adormecido en la memoria. Hasta reencontrar en su inspiración el ritual incomparable de la inocencia organillera.



(Para más información sobre Manu:









16 junio 2009

FELICES 20


x Omar Dianese

Veinte años no es nada. La voz del zorzal minimiza una verdad filosófica. El tiempo es una construcción del hombre. La Tribu también. O el rosal de una primavera deseada. Entonces la historia se vuelve "Viva Rojo" y la memoria se habita de voces y sonidos. Palabras y silencios. Un castillo que ve pasar al viento de costado.

La casona de Almagro. Un culto a la vida. Sin interferencias. Una voz que te dice "Apaga la Tribu y hace tu radio". No hay vueltas que darle. "Cara y señal", dicen los Mayas. Y te reconocen por tu señal. Aún cuando los vende humo ennegrecen las mañanas de odio.

Una guirnalda de sentimientos. Un manuscrito de ideas en las mesas del bar. La contradiccion motoriza el devenir de la historia. Si no fuera asi no hubiera tenido sentido treparse de una antena clandestina en un edificio de la calle Gascon.

El mundo se reinventa a cada instante. Exige relatos que no se pierdan en la modorra del mercantilismo mediatico. Justamente, no haber sido parte del aquelarre periodistico es un buen sintoma. Entonces... es cierto, por tu señal te identificaran. Caminar la propia vida exige riesgos. Supone peligros. Al fin y al cabo no nos sera devuelto como una dadiva el tiempo usurpado.

Y a proposito del tiempo. Veinte años no es nada canta el zorzal en una mesa de sueños por la calle Lambare. Antes de que estas lineas terminen de leerse ya estaran sembrando la decada que se viene. No les alcanza lo vivido, a quienes tienen tanto por andar. Un abrazo tribal de venideras victorias para los que mas que contarla, la historia prefieren hacerla.